ACADEMIA DE FISIOTERAPIA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA

ILMO.SR. DR.

D. Vicente Toledo Pérez

Leído el 28 de marzo de 2025

ALICANTE

Sr. presidente, miembros de la academia, estimados amigos, compañeros, familiares, señores.

Es un honor inmenso dirigirme a todos ustedes en esta ocasión tan especial. hoy, recibo con humildad y gratitud la entrada en esta institución, investido como académico de honor de la academia de fisioterapia de la comunidad valenciana.

Quiero comenzar expresando mi más sincero agradecimiento a sus miembros, por concederme esta distinción, que considero, no solo un reconocimiento personal, sino un homenaje a toda una vida dedicada a la profesión y a todos los fisioterapeutas que con dedicación y entrega trabajamos cada día para mejorar la vida de las personas.

Un reconocimiento que nunca imagine recibir y que al mismo tiempo me llena de orgullo, no solo porque representa la cúspide de mi trayectoria profesional, sino porque además reafirma los valores fundamentales que me han acompañado durante toda mi vida: el esfuerzo, la dedicación, la vocación profesional y el servicio a los demás.

Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que mi camino no ha sido el de una persona aislada, sino el de alguien acompañado siempre por el apoyo familiar, de mis maestros, de mis compañeros de trabajo y de mis pacientes, el verdadero motor de mi vocación.

Aprovecho la oportunidad para agradecerles, a todos, su apoyo incondicional y su confianza.

Nací en San Vicente del Raspeig, un pequeño pueblo donde di mis primeros pasos en el camino de la educación, en la escuela de don Luis Luna, mi maestro. Él me hizo comprender el valor del trabajo, de la dedicación y de la importancia de formarse para ayudar a los demás (gracias).

Después de la enseñanza primaria, pase al instituto “Jorge juan” de alicante, y al terminar dichos estudios sentí la necesidad de incorporarme al mundo laboral, como la mayoría de los jóvenes. en esos momentos, con 15 años de edad, no sabía hacia donde debía dirigir mi futuro, aunque sí tenía claro mi deseo de no continuar estudiando.

Comencé a trabajar en una empresa de la zona llamada “José Antonio Rubio Rodríguez” que se dedicaba a la importación y exportación de dátiles y frutos secos, destacando entre mis recuerdos a d. tomas rubio, gerente de la empresa, y a d. Ginés Alenda, administrativo, por su paciencia y el buen trato que me demostraron en todo momento (gracias).

Esta época se prolongó durante dos años y algún que otro verano, antes de pensar en reiniciar el camino académico.

Aunque sin una clara preferencia, sabía lo que no quería ser en el futuro… ni empleado de banca, ni maestro de educación infantil, que era lo más socorrido en alicante…(sin menospreciar ninguna titulación “mi mujer es maestra”).

Sin embargo, sin ser del todo consciente, el destino me llevó por el camino de mi verdadera vocación, el de la enfermería (en aquella época llamada A.T.S.) pues, en cuanto tuve oportunidad y cumplí los 17 años, con el apoyo incondicional de mi familia, tanto moral como económico, decidí trasladarme a Murcia para iniciar dichos estudios. todo esto ocurría a partir del año 1962.

A partir de aquí empezó un calvario de idas y venidas a Murcia, en cualquier medio de transporte – motocicleta, autostop, y camiones de transportes de mercancías, son ejemplos de que la necesidad, en aquella época, obligaba a buscarse la vida de cualquier modo.

Recuerdo un piso que compartía con dos compañeros, en el barrio de Vistabella, cerca del rio segura, donde incluso vi nevar en Murcia y cómo la lluvia provocaba el desborde del rio segura, de forma similar a episodios recientemente vividos en otras zonas.

Una vez terminados los 3 años de A.T.S., el destino cruzó en mi camino al doctor d. Antonio Arroyo, director de la “residencia 20 de noviembre“ de alicante, posteriormente llamado hospital general universitario Dr. Balmis.

Conocí al Dr. Antonio arroyo trabajando de camarero, mientras servía cafés y cervezas durante el verano, en un bar situado frente al hospital. guiado por su consejo, el de iniciar los estudios de una nueva disciplina sanitaria que parecía tener buenas expectativas laborales, en el año 1965 decidí trasladarme a valencia para cursar la especialidad de fisioterapia.

En aquellos años la fisioterapia era una disciplina incipiente y con un amplio potencial. para mí fue un reto, y una bendición, formar parte del proyecto académico que tuvo lugar en dicha escuela, iniciado unos años antes, y que me ofreció la oportunidad convertirme en fisioterapeuta, profesión que determinó toda mi trayectoria profesional.

Los estudios eran impartidos en el hospital clínico universitario, con el Dr. Caballé como jefe de la conocida como “escuela de fisioterapia” de valencia. éramos 12 alumnos en clase, y creo que ninguno de los presentes sabía exactamente en qué consistía la especialidad de fisioterapia.

Nuevamente, recuerdo aquella época como otro calvario de viajes a Valencia, prolongado durante 2 años más, hasta finalizar los estudios en 1967.

De aquellos años recuerdo, entre otros, a compañeros como Manolo Granell, Guillermo Quintana y su mujer, Marisa Ricart, administrativa de la escuela de fisioterapia. también recuerdo a Mari Carmen Lázaro y Montserat Esteban, ambas fueron estudiantes de promociones anteriores y posteriormente, profesoras de prácticas.

Después de los estudios había que cumplir con el servicio militar, en la marina, nada más y nada menos que durante 2 años.

Finalizado ese periodo, en el año 1968, tuve la ocasión de iniciar mi actividad laboral como fisioterapeuta en la mutua ilicitana de elche (hoy conocida como mutua Maz), con el Dr. Agustín García Martí como jefe del servicio de rehabilitación.

Después de 2 años trabajando en la Maz, en el año 1970 me incorporé, como fisioterapeuta, al servicio de rehabilitación de la residencia 20 de noviembre (actual hospital general universitario de alicante), coincidiendo de nuevo con el Dr. Agustín García Martí, como jefe de rehabilitación, hacia el cual solo puedo tener palabras de agradecimiento.

En esta institución he trabajado toda mi vida, como fisioterapeuta asistencial, entre los años 1970 y 1982, y como fisioterapeuta adjunto a la dirección de enfermería, hasta mi jubilación en el año 2005.

Destaco todos los años de esta etapa como los más gratificantes de mi vida laboral, pero tengo un especial recuerdo del primer periodo, en el que junto con mis compañeras Josefa Aparici y Charo Frías, y algunos más que después se incorporaron, fuimos protagonistas de la puesta en marcha, desarrollo y consolidación del servicio de fisioterapia del hospital de referencia de la provincia de Alicante.

En esta institución he podido, no solo, poner en práctica mis conocimientos, sino interactuar con compañeros y aprender de todos ellos. me refiero a compañeros fisioterapeutas y de otras especialidades: enfermeras, auxiliares de clínica, administrativas, celadores, traumatólogos, médicos rehabilitadores (destacando nuevamente al Dr. d. Agustín García Martí).

Este galardón que hoy recibo, el de ser investido como académico de honor de la Academia de Fisioterapia de la Comunidad Valenciana, no es un logro personal, sino un reflejo del trabajo conjunto de todos aquellos que han formado parte de mi vida y de mi carrera profesional.

Es un reconocimiento que quiero compartir con todos y cada uno de ustedes, con mi familia, con mis compañeros de profesión, y, sobre todo, con todos aquellos que han confiado en mi a lo largo de los años.

Quiero hacer una mención especial a mi carácter asociacionista, participando en la asociación española de fisioterapeutas, de la que fui socio fundador, y en el Colegio Oficial de Fisioterapeutas de la Comunidad Valenciana, que en estos momentos celebra sus bodas de plata, al celebrar 25 años desde su creación.

Quiero concluir con unas palabras de agradecimiento a mi familia, porque sin su comprensión, paciencia y respaldo incondicional, no habría sido posible dedicar mi cuerpo y alma a esta profesión.

A Mª Carmen, y mis hijos José Vicente, Elena, y especialmente a mis nietos Martín, Olivia y Marcos.

A mis pacientes, que han sido mi apoyo y un pilar fundamental en mi vida y mi trabajo.

Y por supuesto a todos ustedes, miembros de la academia, por haber pensado que merezco la concesión de este gran honor.

A los jóvenes fisioterapeutas que hoy inician este camino, quiero decirles que han elegido una profesión maravillosa, que exige un estudio y formación constante, y una entrega infinita en el intento de mejorar la vida de los demás.

Pero lo más importante es que todo el esfuerzo y sacrificio realizado me ha sido devuelto en forma de una enorme satisfacción personal y profesional, pues no hay nada más gratificante que ver a un paciente recuperar su independencia, volver a caminar, regresar a su rutina, o simplemente reencontrarse con su vida.

Este galardón me honra y me impulsa a seguir trabajando, desde mi situación de jubilado, con redoblada pasión, con humildad y con el deseo de seguir contribuyendo, dentro de mis posibilidades, al avance de la fisioterapia

Muchas gracias.